domingo, 6 de febrero de 2011

Cómo conservar el buen humor a diario


Conservar el buen humor ante las exigencias diarias es una tarea magnánima, pero no imposible. Debemos tratar de todas formas conservar la sonrisa aún debajo de la tormenta, y esto podemos hacerlo con simples actividades para aplicar a toda hora.
La risa es curativa.
Es una medicina económica y eficaz. Además, los efectos médicos o biológicos de la risa sobre nuestro organismo pueden ser alcanzados con una risa genuina, y también con una risa forzada. Una manera de aprovechar los efectos de la risa en un mal día es forzarnos a reír, que nos hará bien, y además nos predispondrá para obtener en pocos minutos la risa genuina. Mira películas graciosas, lee chistes, mira videos graciosos en Internet o recuerda algún momento en el que te hayas reído mucho, y así vas a encontrar tu propia sonrisa en cuestión de un momento.

Respira.
Respirar profundo es una forma de reenergizarnos, de eliminar lo negativo y la pesadez, y de incorporar vitalidad y frescura. Cuando te sientas mal y agobiado, respira inhalando bien profundo, mantén durante dos o tres segundos, y exhala lentamente. Haz esto unas tres a cinco veces, despacio y con calma, y verás que te sentirás mucho mejor, eliminando el ceño fruncido de tu rostro.

Imagina.
Si tu mal humor te persigue y no logras escapar de él, entonces conviértelo en otra cosa; imagina, piensa en ese jefe que te trae problemas, vistiéndolo con un atuendo de payaso recorriendo las oficinas como si fuese normal. Imagina que el auto de adelante cobra vida y se sube a las espaldas de quien lo está conduciendo tan mal. Imagina tener superpoderes que te permitieran arreglar esa ruidosa gotera con sólo mirarla fijo... dejate llevar durante dos o tres minutos con esta idea, y cuando regreses a la realidad, si bien quizás los problemas no estén resueltos, tendrás otra disposición al respecto, mucho mejor y más calmada.

Búrlate de ti mismo.
¿Te ha pasado algo malo? ¿No logras verle el lado positivo? Entonces burlate de ti mismo. Ríete de la mala suerte y piensa en cuán bobo es lo que te ha pasado, o cuánta mala suerte has tenido. Sé un poquito cínico y ríete de tu propia desgracia durante unos minutos. Luego, respira profundo e intenta buscarle una nueva solución. Si no funciona, vuélvete a reír y burlar de la realidad por pocos minutos. Esto hará que te sientas menos ahogado y agobiado por la situación, confundiendo a tus emociones para que no se dejen tentar fácilmente por la depresión y la angustia.

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